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Nueva York abre Little Island, un oasis flotante financiado por un magnate

La Gran Manzana sumó un incentivo más a su reapertura planeada para el verano.


Nueva York volvió a sentir la emoción de las aglomeraciones turísticas en la esperada apertura de Little Island, un oasis de casi una hectárea que flota sobre el río Hudson y que ha tardado siete años en erigirse desde que lo ideó el magnate mediático Barry Diller, su principal financiador.

Desde las 6 de la mañana, cuando abrió sus puertas casi por sorpresa, cientos de neoyorquinos se acercaron a explorar este nuevo parque público instalado sobre una plataforma de arquitectura monumental, formada por 132 "tulipanes" de cemento que emergen del agua y forman relieves a semejanza de una hoja flotante.


Se trata de un jardín de las delicias "abierto a todos" y "un regalo a Nueva York para que la gente tenga acceso a una combinación de naturaleza y arte", con actuaciones -que serán generalmente gratuitas- de música, danza, teatro o comedia, explicó a Efe la coordinadora ejecutiva de Little Island, Jessie Long.

El parque viene a revitalizar un muelle que fue devastado por el huracán Sandy en 2012 y que tiene un fuerte componente histórico, ya que a principios del siglo pasado fue la terminal que acogió a los supervivientes del Titanic y décadas después fue un vibrante foco musical y de la comunidad LGBT, antes de entrar en declive.

Con 350 especies de flores, árboles y arbustos repartidos entre colinas y explanadas verdes con vistas a Manhattan, a las que se añade una plaza con "food trucks" y un anfiteatro con vistas al atardecer que estrenará programación en junio, la Gran Manzana sumó un incentivo más a su reapertura planeada para el verano.

"Espero que Little Island sirva como un oasis enigmático para cualquiera que lo visite, un lugar donde dar un paseo y quedar felizmente sorprendido con cada vuelta, recostarse y pacer en el paisaje, y ser entretenido, educado y estimulado por nuestra programación", dijo en un comunicado Diller, uno de los fundadores de la Fox.

Y es que su "pequeña isla" es la guinda del Hudson River Park, un parque fluvial de más de seis kilómetros que baña el oeste de Manhattan y cuyo consorcio gestor decidió contar en 2014 con el empresario multimillonario para una colaboración público-privada que no ha estado exenta de oposición y casi acabó en un cajón.

El proyecto enfrentó problemas legales por su impacto ambiental sobre el ecosistema acuático y por una supuesta falta de transparencia, alegados especialmente por el magnate Douglas Durst, desarrollador de varios conocidos rascacielos neoyorquinos y que generó titulares sobre una batalla de titanes.

Finalmente, el presidente del conglomerado de internet IAC aportó 260 millones de dólares al proyecto y un compromiso financiero de otros 160 millones para mantenerlo las próximas dos décadas a través de la fundación filantrópica que dirige junto a su esposa, la diseñadora de moda Diane Von Furstenberg.

El diseño estuvo a cargo del arquitecto británico Thomas Heatherwick, creador de la polémica escultura turística The Vessel, una compleja escalera en espiral de brillos metalizados y 45 metros de altura que conduce a ninguna parte en el centro del lujoso y cercano barrio de Hudson Yards.

Los Diller-Furstenberg, que tienen mucha influencia en la zona oeste de Nueva York, se han involucrado como mecenas en importantes atracciones turísticas como el High Line, el Whitney Museum o el Museo de la Estatua de la Libertad, dicen, porque aman el "arte y los espacios públicos" y son "afortunados de tener recursos".

En declaraciones al medio económico CNBC, Diller se mostró optimista por contribuir al resurgimiento en el que fue el epicentro de la pandemia: "Durante un año esto estaba desierto. Parecía que una explosión nuclear se había llevado a los humanos. Ahora salimos de esto y se ve en las calles: la gente está feliz. Estoy feliz", dijo.