Bluefields, la ciudad donde Julia solamente fue un huracán más
Julia desprendió techos, tumbó árboles, hizo colapsar muros e inundó gran parte de Nicaragua.
Acostumbrados a los ciclones tropicales, para los habitantes de la ciudad de Bluefields, en la costa Caribe Sur de Nicaragua, el impacto de Julia, un huracán de intensidad 1 en la escala Saffir-Simpson, este domingo, solo fue uno más en su lista.
Aunque Julia tocó tierra decenas de kilómetros al norte, Bluefields fue una de las primeras ciudades de Nicaragua en sentir sus efectos esta madrugada, con vientos de 140 kilómetros por hora (km/h) y rachas superiores, así como una fuerte marejada que hizo crecer las olas en más de un metro por sobre el nivel normal.
Julia desprendió techos, tumbó árboles, hizo colapsar muros y el fluido eléctrico, inundó barrios, dejó clara su presencia con ese zumbido característico, pero apenas alteró la rutina de los “blufileños”, que todavía podían tomar un taxi en las calles poco antes del impacto en tierra, a la 01.15 hora local.
No es que los habitantes de Bluefields no tuvieran miedo. Es que la costumbre superó sus temores, en una ciudad cuya región históricamente es impactada por el 34 % de los ciclones tropicales que embisten Nicaragua, más de 1 de cada 3.
Saber qué hacer, tanto a nivel individual como social e institucional, es una de las claves de supervivencia ante las tormentas en Bluefields, con 56.962 habitantes y cabecera de la Región Autónoma Caribe Sur (RACS), donde habitan más de 402.000 personas.
“Teníamos listos los albergues, porque nos movilizamos con la Alcaldía, pero nunca nos confiamos, porque siempre hay fenómenos que después se desvían, porque ya pasamos por la experiencia, pero ya estábamos preparados”, dijo a EFE la habitante de Bluefields Esmelda Romero.
TEMOR Y EXPERIENCIA
Al final, Julia mantuvo el camino previsto, y ciudadanos como Luis Cruz Carmona no pasaron una buena noche, entre la oscuridad, el viento, agua, y la incomunicación causada por la falta de energía eléctrica y señal telefónica.
“Oí la alarma, que nos fuéramos a los albergues, pero me encomendé a Dios y me quedé aquí, solo en la noche fue que se levantó el zinc (techo), viento como de 80 millas (128 km/h), y cayó el palo (árbol), y se inundó todo esto, yo no pude dormir en mi camita, me senté allí y orándole a Dios”, confesó Cruz a EFE.
“Duro, duro, ‘mano, no dormí para nada, con miedo, pero a la misma vez Dios me dio fuerzas, pero con miedo, y pidiéndole a Dios que no me llegara la muerte aquí, me quería salir ya por último, pero aguanté y aquí estoy”, agregó.
El impacto de Julia fue más tranquilo en el templo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, según la coordinadora del comité de emergencia de la institución, Ivannia Hooker.
Un total de 68 personas, 25 menores incluidos, pasaron “en completa calma, procuramos que se guardara la calma, la estructura está hecha contra ese tipo de tormentas y en verdad todo el mundo tranquilo, afuera ya era otra cosa, pero gracias a Dios pudimos controlar y llevar a cabo en calma y en completa paz toda la noche la tempestad”, detalló Hooker.
La calma también se observó afuera tras el amanecer, y a pesar de la destrucción, grupos de personas y brigadas estatales acudieron inmediatamente a limpiar la ciudad e intentar colocar todo en su lugar.
Al final, para los “blufileños” nada será igual que el huracán Joan en 1998, que devastó el Caribe Sur de Nicaragua, y dejó 130 muertos.
Joan no solamente embistió la ciudad de Bluefields, también penetró en la conciencia social de sus habitantes, quienes no se alteran con cualquier huracán y apenas lamentan los efectos económicos.