San Juan Pablo II en Nicaragua: “la primera que quiere la paz es la Iglesia”
Este 4 de marzo se rememora la frase que el Papa, ahora San Juan Pablo II, pronunció a un grupo que inició a gritar “queremos la paz”, durante una Santa Misa ofrecida por el Pontífice cuando visitó el país en 1983.
“La primera que quiere la paz es la Iglesia”, fue el grito del Papa San Juan Pablo II que resonó en la Plaza 19 de Julio en Managua, en frente de la que ahora es la Universidad Centroamericana (UCA). Ese 4 de marzo de 1983, la frase del Papa fue la respuesta hacia un grupo minoritario que inició a gritar “queremos la paz”, un clamor que según historiadores y sacerdotes católicos asistentes aún se repite por el contexto actual de Nicaragua.
Para los sacerdotes, este acto fue un irrespeto hacia Jesús, por realizarse durante la Santa Misa que rememora su muerte en la cruz.
El error se veía venir pues hicieron de la visita algo más político que religioso, esto se reflejó en la plaza donde habían más banderas roja y negras del Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, que las amarilla y blanca de la Iglesia Católica.
“Yo era párroco de la Iglesia San Judas Tadeo, junto a mis hermanos días antes fuimos a buscar sitio adelante, pero fuimos reprimidos por turbas a fines al Gobierno Sandinista. Su plan era que ellos debían estar adelante”, recuerda Monseñor Silvio Fonseca, Vicario de la Familia, Infancia y Vida de la Arquidiócesis de Managua.
Para Fonseca, quienes gritaron no eran personas católicas, sino infiltrados del FSLN, que trataban de opacar la visita del Pontífice y hacer de ella un show político.
“No dudo que algunos se dejaron llevar por las emociones y empezaron a gritar en medio de la misa, un irrespeto no al Papa, sino a Dios pues no era el momento de sacar esos gritos. La mayoría de católicos ahí se entregaron fielmente a la oración”, expresó Fonseca.
La tragedia
Mientras Nicaragua se preparaba para la visita del Papa ocurrió una tragedia.
Diecisiete jóvenes reservistas integrantes del Batallón 30-62 fueron asesinados por las fuerzas contrarrevolucionarias en San José de las Mulas, Matagalpa, según testigos oculares fueron las madres de estos héroes y mártires ubicadas cercanas a las bardas quienes empezaron a gritar y a pedir una oración por sus hijos muertos.
En su ceremonia de despedida el Pontífice evitó referirse al hecho experimentado en la Santa Misa, proclamó el discurso que ya tenía preparado sin cambios y no imaginó que en febrero de 1996 retornaría a la tierra de lagos y volcanes en un contexto más relajado.