La mexicana Gloria Montoya (c), mientras posa con sus hijos, a su llegada el 20 de enero a la frontera de Nogales en Arizona (EE.UU). /EFE

La mexicana Gloria Montoya (c), mientras posa con sus hijos, a su llegada el 20 de enero a la frontera de Nogales en Arizona (EE.UU). /EFE

Madre mexicana regresa a EE.UU. después de estar separada de sus hijos por 14 años

Gloria Montoya finalmente regresó a su hogar en Tucson, Arizona, y ya pudo abrazar a sus hijos.


Después de haber estado separada de sus hijos por más de 14 años a causa del complejo sistema migratorio de Estados Unidos y de la pandemia de covid-19, la mexicana Gloria Montoya finalmente regresó a su hogar en Tucson, Arizona.

“Cuando escuché al agente de inmigración en el puerto de entrada de Nogales decirle a mi madre ‘Bienvenida’, no pude contener las lágrimas. Aun así, sentía que de un momento a otro nos iban a parar y decir que mi madre no podía entrar a Estados Unidos”, relató a EFE Bill de la Rosa, estudiante de leyes en la Universidad de Yale.

En 2009, Montoya acudió a lo que suponía sería una cita rutinaria en el consulado de Estados Unidos en Ciudad Juárez (México) para obtener su tarjeta de residencia. La inmigrante indocumentada hizo su petición basándose en que estaba casada con un estadounidense y tenía cuatro hijos, también ciudadanos de este país.

Gloria Montoya (con ramo de flores), mientras posa con sus familiares y amigos, a su llegada el 20 de enero de 2024 a la frontera de Nogales en Arizona (EE.UU). /EFE

Sin embargo, para sorpresa de la familia, no solo se le negó la residencia, sino que se le impidió regresar con los suyos a Arizona y se vio obligada a permanecer en México los siguientes 14 años.

Bill, que entonces tenía solo 15 años de edad, se convirtió de un momento a otro en padre y madre de sus hermanos, ya que su padre, Arsenio de la Rosa, tenía 74 años y padecía serios problemas de salud.

El joven considera que el caso de su madre es un claro ejemplo de lo quebrantado que está el sistema migratorio estadounidense.

“Para empezar mi mamá siguió el proceso legal. Escuchamos muy seguido que los inmigrantes deben usar ‘el camino legal’, que tomemos ‘lugar en la línea’. Nosotros lo hicimos y, sin embargo, fuimos castigados por ello”, relató.

Como muchas otras, esta familia confió en el abogado que contrató y presentó la solicitud de residencia permanente de Montoya sin saber que en 1996 fue aprobada una ley conocida popularmente como ‘ley de los 10 años’.

Esta disposición castiga a los inmigrantes que han vivido por más de un año de manera irregular en Estados Unidos al requerir que vivan en su país de origen por 10 años antes de ser elegibles para regularizar su situación migratoria.

Durante ese periodo, Arsenio falleció en 2018. Cuando estaba en su lecho de muerte, la oficina del congresista Raúl Grijalva (demócrata por Arizona) ayudó a la familia a tramitar una visa humanitaria de 30 días que le permitió a Montoya despedirse de su esposo.

Castigo extendido

La madre también fue víctima de la covid-19, ya que cuando habían terminado sus 10 años de castigo se presentó la pandemia y todos los trámites migratorios fueron suspendidos. De esta manera, su sanción se alargó a 14 años y 99 días antes de ser aprobada como residente legal.

“Pasamos catorce años separados, sufrimos mucho, pero afortunadamente contamos con el apoyo de nuestra comunidad y del congresista Raúl Grijalva, y aun así batallamos mucho para traer a mi madre de regreso a casa. No puedo imaginar lo duro que es para familias que no cuentan con este apoyo”, dijo Bill.

Gloria Montoya (d) emocionada tras ser recibida por su hijo Bill de la Rosa (i), un estudiante de leyes en la Universidad de Yale, a su llegada el 20 de enero de 2024 a la frontera de Nogales en Arizona (EE.UU). /EFE

Por su parte, Montoya describe como “un sueño” el poder estar de nuevo con su familia. El 20 de enero su suplicio terminó cuando finalmente regresó a Arizona y pudo abrazar a sus hijos, esta vez como residente legal de Estados Unidos.

“Fue mucho tiempo separados. No niego que muchas veces perdí la fe, la esperanza”, dijo Montoya a EFE.

Para ella lo más difícil fue haber sido separada de sus hijos cuando aún eran muy pequeños. “La más chiquita tenía cuatro años y ahora tiene dieciocho. Es mucho tiempo perdido, un tiempo que nunca podré recuperar”, lamentó.

“Cuando los dejé eran unos niños y otros adolescentes; ahora son adultos. Mi meta ahora es volver a conocerlos. Fue mucho tiempo sin ellos, sin poder ir a las reuniones escolares, sus graduaciones”, expuso.

Aunque sus hijos la visitaban frecuentemente en Nogales, ciudad del estado mexicano de Sonora, fronteriza con Arizona, asegura que siempre vivía con la incertidumbre de no saber cómo estaban.

Relata que muchas veces veía el muro fronterizo y no podía dejar de pensar que detrás estaban sus hijos, su esposo, su verdadero hogar.

Cuando ella pisó nuevamente Estados Unidos, lo primero que la familia hizo fue ir al cementerio a visitar la tumba de Arsenio. “Se lo debía a mi padre. Fuimos a decirle ‘Misión cumplida, nuestra madre está de regreso’”, contó Bill.

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